Literatura. Hagamos literatura

"Son tiempos de veneración de la memoria. Más que llegar, el futuro se ha desplomado sobre el país y en la vasta, homogénea llanura resultante, que para todos lados extiende las mismas desigualdades, nadie que mire adelante verá un objetivo particular que le permita distinguirse. Las distinciones vienen del recuerdo. Los que pueden pagárselo, procuaran individualizarse coleccionando cantidades de fotos de sí mismos, tomadas en fiestas familiares o en excursiones, tan conocidas que cuando las miran se quedan dormidos; después, en sueños, se dejan definir por las fotos a tal punto, con tal insistencia, que la monotonía vuelve a despertarlos. Y no solo miran imágenes íntimas. Clavan debidamente los ojos en fotos de héroes, artistas, númenes o sacrificados que los obliguen a recordar, aún distraidamente, mejor si en grupo, sus pérdidas, humillaciones, agachadas, y hasta la constitución molecular de la savia colectiva. No todos los memoriosos participaron de un crimen ni todos constribuyeron a un hecho de honor, pero todos vigilan la memoria como si en esa vigilancia purgasen un recóndito remordimiento."

Impureza, Marcelo Cohen

En casa...

sentir la sensación que da sacarse los zapatos cuando uno entra a su casa. Así me gustaría un día fueran los encuentros de Pampa...

Empezar la dieta

“La experiencia no se trasmite” es una de esas frases sentenciosas que a mi me gustan. Mi forma de titular en Pampa intenta demostrarlo. Me cierran porque son proposiciones con algo de proverbio, algo del saber experiencial, que justamente, las hace mediar entre el lenguaje liviano de la comedia y el anclaje sórdido de la verdad que implica la tragedia. Un buen ejemplo en ese sentido sería “la pelota no se ensucia”, no?

En la dramaturgia post, y puesta ella en escena dentro de nuestro escenario itinerante, ayer mi amigo Emilio pronunció y quedó rebotando sobre el asfalto caluroso de Carlos Calvo; “la experiencia no se trasmite”... Hoy que volví aquí, la recogí en la entrada y me la tragué no muy segura. Mientras la deglutía me debatía entre la sensación de estar tragándome una mosca inmunda -de esas grandes, negras y pegajosas que anduvieron vaya a saber por dónde-, o una mariposa roja –de esas que dan cosquillas en el estómago cuando uno tiene catorce-.

Pienso, Emilio suele servir este tipo de mesas minimalistas donde los comensales no tienen mucho más que un bocado para enterarse de sus planes. Entonces pasa que los que no tienen paladar pueden no tener el tiempo suficiente para encontrarle el sabor a algo y los que nos pretendemos sibaritas, igual, no zafamos de la contrariedad. Y, sí es una cuestión de experiencia!

La mosca inmunda viene de la certeza de que va a saber a sapo hervido por vez inmemorial. Se que mi experiencia no se trasmite pero es sólo ella la que deberá cargar nuevamente todo su paladar de institucionalidad insípida y mezquina para encontrar –una vez tragada, claro, y con suerte!-, la pizca dulce que en el fondo deja todo trago amargo. El elixir de los cínicos esperando llevarte afuera de escena a cambio de darte la razón.

Voy subiendo la escalera y el rojo se viene a borbotones a mi boca. Es un defecto que ustedes conocen muy bien, no suelo tragar las devoluciones de mi estómago. Es ahí, en ese momento, donde el libreto se vuelve anclaje aunque sea momentáneo verosímil –todos leímos “el mentiroso se miente a sí mismo” decía el capricorniano Guy Debord -,
la operación es el movimiento autónomo de lo que aún no vivo pero logro consumar en esta imagen que arroja Emilio hecho profeta.

Le pongo alas a esa frase y me regodeo en la comprensión primero de Emilio, claro, luego propia. Hay salvación en la inversión espectacular si en vez de escupir sangre hago salir volando de mi boca mariposas rojas.

Crece el berro en aquel lugar pequeño cuidado entre la sombra y el río. Así deberían cuidarse “las experiencias más mínimamente vitalistas de la política” mi amado Sebas – te debo un comentario pero es difícil hacerlo apresurada-. Hay liberación estoica en aceptar ser esclavas de los tiempos de los otros, hermana pequeña y silenciosa. Hay fortuna en la existencia de este murmullo porque aunque la experiencia no sea trasmisible queda el refugio de comunicarla entre algunos.