Hoy empiezo a escribir para Pampa V. Tenemos el marco de la constituyente... espero mi palabra pueda habitar el espacio de oposición que existe entre lo que algunos de sus liderazgos aseguran y lo que yo siento.
Mi preciosa Karina,
la reunión del otro día me pareció muy buena en lo que tuvo de dialogo, coincidencias y discrepancias, sobre todo en lo que hace a problemas de actualidad. Sin duda estamos viviendo una encrucijada muy importante del país, no una más, yo creo tan significativa como las del 2001 pero ahora me parece mucho más peligrosa porque estan en juego intereses dominantes históricos que siempre fueron finalmente inderrotables, y un campo democrático y popular herido, a veces por demás desorientado, irritado, crispado, desunido. Pero charlas como la del martes pasado en cuanto a hacer un poco de historia política sindical, y en cuanto a referirlas en parte al presente, sirven. Yo salí satisfecho del dialogo, y creo que la tarea que estan haciendo ustedes vale la pena en muchos sentidos, como se lo expreseé a Pablo Micheli. Solo se me ocurre derecirte y decirles, sigan así, haganlo saber lo más posible para encontrar imitadores. Falta reencontrar sabiduria, intensidad, nuevas miradas, nuevos lenguajes para un campo popular que deberá protagonizar proximamente duras batallas contra derechas envalentonadas y engañosas que ahora dicen cosas como "hasta la victoria siempre". Batallas dentro de los marcos democráticos, lo que obliga a ser mayoría, retener poder politico real y compartirlo adecuada, generosa y realmente con todos aquellos que pluralmente estamos en una misma vereda. Un beso, Nicolás.
Nicolás nos dejó como era él, sin estridencias, con pudor y suavidad, pero con la manifestación inocultable de su presencia. Aparte de todo lo que se pueda decir sobre la amistad, el trabajo en común ¿qué vínculo nos unía, nos une? Las instituciones, el campo intelectual tienden sus líneas y sus asimetrías, propician patronazgos y prescripciones. Pero nuestra relación no guardaba esas proporciones que las tramas de fuerza imponen como matrices en las tareas de la reflexión y la enseñanza, o como no nos gustaba demasiado decir, “la investigación y la docencia”.
En estos días de duelo, en procura de consuelo, recordé una y otra vez un gesto suyo. Un gesto peculiar que mostraba en situaciones muy específicas, y solo en esas situaciones. Era una expresión que se le dibujaba en el semblante, cuando –en el transcurso de una conversación- algo que escuchaba absorbía su atención. El rostro se le transfiguraba con una expresión de esas que la atención extrema arranca directamente de la mente cuando la alteridad nos atrae en forma de extravío. Su cara adoptaba un aire de escucha sobrecogedora, los ojos desmesuradamente abiertos, los rasgos desplazados hacia arriba y hacia afuera, con una mirada que anunciaba la inminente reflexión o la broma, según el caso. Todo su semblante se convertía en la figura de un oído, como si el interlocutor pudiera llegar directamente a tocar sus fibras más íntimas.
Desde que lo conocí, aquel gesto me intrigó, porque Nicolás era una persona gestualmente austera, cálida, incluso carismática, pero pudorosa y discreta. Aquella apertura de una audición incondicional era siempre un acontecimiento. Y para que ocurriera, era necesario llegar a través de los meandros amigables pero sinuosos de una conversación, en oportunidades y lugares adecuados. Algo, esto último, respecto de lo que Nicolás era muy exigente.
De modo que aquel gesto nada tenía que ver con una emoción ni con un hábito. No era predecible. Creo que no era tampoco fotografiable ni susceptible de filmación, porque la conversación, como él la practicaba, y el registro audiovisual son incompatibles. Ese solo gesto constituía un acto crítico de las representaciones. Porque solo era posible suscitarlo mediante un ritual, un acto irremplazable de la presencia. Me sorprendería mucho, y me arriesgo a decirlo, encontrarlo en una foto suya. Debería ser una que fuera tomada sin su conocimiento.
Narraciones y reflexiones vivas lo suscitaban. Aquellos que tocaran las fibras del asombro y la espera. Tan relativamente infrecuentes eran los estímulos que producían esa actitud suya como necesidad tenía de alimentarse de semejantes avatares. Entonces, pienso, se explica algo que Nicolás hizo tanto y tan bien: crear ámbitos y situaciones en los que la conversación tuviera lugar. Y cuando digo aquí conversación digo también lectura, también estudio. Allí Nicolás fungía –antes que como creador de instrucciones y prescripciones- como escenógrafo, arquitecto, propiciador. De ahí que fuera tan libre y amable trabajar con él, porque mientras ofrecía las condiciones del cobijo y la hospitalidad, participaba el juego de la diversidad y la libertad. Los límites estaban determinados por configuraciones espaciales y atravesamientos. De ahí que cada uno de nosotros, los de Confines, incluido él, transitamos por tantos lugares diferentes, para encontrarnos en aquel en que se incubó siempre una especial densidad. Esa densidad que con distintos matices y estilos compartimos también con otros amigos, y que nos remite a ese otro escenario que tantos habitamos, el del lenguaje deseante de plenitud. En la hora de la despedida, un recuerdo así nos hace más transitable la soledad, que no por compartida con tantos amigos es menos desolada.
Para seguir con esto de las palabras, ayer me cruzo con un compañero que me dice "mal educada". Claro, lo dice en la jerga confianzuda, desde el abuso de eso que mi amigo Sebastián llama la dinámica del estigma que circula en ciertos grupetes de personas. Más bien que yo, siguiendo intuitivamente las pautas de mi amigo, no respondo a la acusación porque no solo creo en el reposo de "saltar ante la ofensa" sino también porque comienzo a pensar en cómo se hace para suspender esos de-tonantes de una gramática particular de este tiempo.
Quiero decir, "mal educada" deben ser un mote que algunos intuyen a mi debería enfadarme. Algunos creen operaría en mí como resorte de una culpa que en algún momento habré dejado entrever. Esos lugares, que nos alojan momentáneamente, que apelan directamente a nuestro miedo, están siendo usados entre los propios, hay que decirlo, para aplicar una acción de poder regulatoria de otro orden de cosas mucho más complejas a las que no se desea aún poner palabras. Creo, lamentablemente que existe un grado de violencia en nuestra gramática "compañera" que de no ser revisado terminará erosionando cualquier juntada por más emancipatoria que parezca.
Esta vez, el significado de las palabras para describir nuestro desastre, nuestra "fallita". Palabras que usan los otros una vez encontrada la puerta entreabierta que nos hace vulnerables. Mi amigo que iba a ser el intelectual de una familia, yo que nunca estuve tan segura de mi situación escolar. Ambos educados sentimentalmente en otro tiempo creo estamos por preguntarnos hasta qué punto debe alcanzarse un acuerdo de todos
para el uso de las palabras bajo esta lógica de castigo.
Una prioridad sin su contexto de pura complejidad no existe en tanto tal. Una acción sin un significado libertario que opere sobre una malla subjetiva no realiza nada. Una forma organizativa sin un lugar donde hace pié el sentido histórico es un simple evento desconectado de otros acontecimientos. ¿Qué se hace con "todas estas cuestiones que en Argentina deben discutirse y respecto de las cuales tenemos palabras simplificadas"?
"Alemania año cero", de Rosellini, tiene una escena sobrecogedora: una señora mayor barre el piso de su casa que no tiene paredes. Esa persistencia en el gesto, ese habitar una memoria de los precedimientos, un catálogo de formas y costumbres, incluso a pesar de la devastación, es también una forma de olvido.
Habitar la memoria puede ser un camino a la desolación. Como sucede en El año del desierto, la intemperie avanza tanto como se desrecuerdan los acontecimientos de la vida colectiva, tanto como, cada vez, la memoria colectiva produce la ilusión de la conjura del tiempo, a favor de un recuerdo empalagoso de lo que alguna vez fue.
Si se combinan, la rutina fantasmal de los rudimientos de lo cotidiano, aunque monstruoso, y la elegía del retorno como mito redentor, son capaces de delinear una escena cálida, épica de la nada, puro espectáculo. Muchas veces, Las organizaciones guardan como un tesoro esa recurrencia.
Habitar el pasado es habitar la intemperie.
"El problema ya no es el NO FUTURE. Eso es el pasado.
El problema ahora es el NO PRESENT.
Entropía, diría Ballard".