Latiguillos sobre hombres educados

Para seguir con esto de las palabras, ayer me cruzo con un compañero que me dice "mal educada". Claro, lo dice en la jerga confianzuda, desde el abuso de eso que mi amigo Sebastián llama la dinámica del estigma que circula en ciertos grupetes de personas. Más bien que yo, siguiendo intuitivamente las pautas de mi amigo, no respondo a la acusación porque no solo creo en el reposo de "saltar ante la ofensa" sino también porque comienzo a pensar en cómo se hace para suspender esos de-tonantes de una gramática particular de este tiempo.
Quiero decir, "mal educada" deben ser un mote que algunos intuyen a mi debería enfadarme. Algunos creen operaría en mí como resorte de una culpa que en algún momento habré dejado entrever. Esos lugares, que nos alojan momentáneamente, que apelan directamente a nuestro miedo, están siendo usados entre los propios, hay que decirlo, para aplicar una acción de poder regulatoria de otro orden de cosas mucho más complejas a las que no se desea aún poner palabras. Creo, lamentablemente que existe un grado de violencia en nuestra gramática "compañera" que de no ser revisado terminará erosionando cualquier juntada por más emancipatoria que parezca.
Esta vez, el significado de las palabras para describir nuestro desastre, nuestra "fallita". Palabras que usan los otros una vez encontrada la puerta entreabierta que nos hace vulnerables. Mi amigo que iba a ser el intelectual de una familia, yo que nunca estuve tan segura de mi situación escolar. Ambos educados sentimentalmente en otro tiempo creo estamos por preguntarnos hasta qué punto debe alcanzarse un acuerdo de todos
para el uso de las palabras bajo esta lógica de castigo.

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