Luego de tanto viaje, lo obvio: nadie esperando, la morada ausente, el espíritu celebratorio desplazado hacia juegos ora inescrutables, ora inaceptables, en último caso simplemente ajenos.
Vuelta a bordo, entonces, destejiendo el destino del tedio. Y a lo poco, tierra; ¿no man's land, terra incognita o simplemente el hogar postergado? No es prudente ensayar últimas palabras. La honestidad obliga a decir, sin embargo, que aquí tanto la victoria como la derrota se conocían y, aun más, se las sabía confabuladas, operando ambas para desplazar lo más lejos posible el verdadero problema.
Lo real es que, ahora, Kassandreia nos habita: territorio replegado en la cautela pero expansivo frente a la necesidad de producir lo común -guiños y señas, pero no sólo; lenguas, afectos, roces, toda una gramática a disposición de quien se le anime a su vestido. Pampa cuya cartografía está a la espera de ser dibujada por baqueanos que acepten perderse en su intemperie, haciendo de esa deriva una intuición compartida. Para que ya no sean la espera ni el amedrentamiento ni la miseria lo que nos junte. Para que la celebración reingrese a lo político como premisa, y no como promesa. Para que jamás dios ni mortal alguno nos escupa en la boca.
Secciones: escritos en el cuerpo
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