« –Por supuesto –dice él–, ahora no tenemos ni idea de quiénes o qué podrían ser los habitantes de nuestro futuro. En ese sentido, no tenemos futuro. No en el sentido en que nuestros abuelos tenían futuro, o creían tenerlo. Los futuros imaginados por completo eran un lujo de otro tiempo, un tiempo en el que el “ahora” tenía una duración mayor. Para nosotros, por supuesto, las cosas pueden cambiar tan bruscamente, tan violentamente, tan profundamente, que futuros como los de nuestros abuelos no tienen suficiente “ahora” donde basarse. No tenemos futuro porque nuestro presente es demasiado volátil. –Sonríe, una versión de Tom Cruise con demasiados dientes, y más largos, pero aun así muy blancos–. Sólo tenemos la administración del riesgo. La trama conformada por las posibilidades de cada momento. El reconocimiento de pautas.
Cayce parpadea.
–¿Tenemos pasado, entonces? –pregunta Stonestreet.
–La historia es el mejor relato sobre lo que ocurrió y cuándo –dice Bigend, entrecerrando los ojos–. Quién le hizo qué a quién. Con qué. Quién ganó. Quién perdió. Quién cambió. Quién terminó extinguiéndose.
–El futuro está ahí –se oye decir Cayce–, mirando atrás hacia nosotros. Intentando dar sentido a la ficción en la que nos habremos convertido. Y, desde donde están, el pasado que tenemos detrás no se parecerá en nada al pasado que imaginamos ahora detrás de nosotros.»
William Gibson, Pattern recognition, 2003
[hay traducción horrible al castellano, llamada Mundo Espejo,
editada por Planeta, 2004]
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